Nos conocimos en Internet
domingo, 31 de agosto de 2008
La conocí por Internet. Carita de no haber roto un plato, dulce, mirada de niña… salvo cuando ella quería. Sus ojos eran su mejor arma de seducción, sin duda. Y los labios… Jamás creí que llegara a conocerla en persona. Tampoco creí nunca que terminase haciendo cibersexo con ella cada vez que podíamos. A ella le gustaba provocarme, morderse los labios, chupar algo que tuviera a mano.
Quedamos por fin. Tardamos en decidirnos, pero quedamos. Ni su ciudad ni la mía, si no una intermedia, donde solo eramos perfectos desconocidos, y nuestra libertad se multiplicaba por mil. Dijo a su marido que iba a solucionar unas cosas al pueblo. Yo dije a mi esposa que tenía un viaje de negocios. Buscamos durante una semana la ciudad adecuada, y en Google maps el rincón adecuado para llegar.
Aquella mañana metí en el gps las coordenadas que marcaba Googlemaps. Conduje durante 3 interminables horas. Paré y aparqué. Era un sitio tranquilo, con poca gente a esas horas, una zona de oficinas. Baje del coche, me apoyé en la pared. Tenía las piernas entumecidas de tanto tiempo conduciendo, y aproveché su tardanza para estirarme. Recordé lo que nos enseñaban en educación física. Me giré, puse las manos en la pared, flexioné la pierna delantera y estiré la trasera…
Entonces sentí algo frio en el cuello. Metal frio, cortante. Su voz sonó a tiempo para calmarme. ‘Date la vuelta’, me dijo. Tenía una navaja en sus manos… fría, larga, brillante, bien afilada. Creí que me había arriesgado demasiado con aquella cita a ciegas, creí que se me iba todo de las manos… ‘¡estas loca! que haces con eso?’. ‘Atracarte’, contesto, ‘llevarme de ti exactamente lo que quiero’. Apoyó el frio metal en mi cuello, no sobre el filo, si no de plano. ‘¿te gusta? no decías que te gustaba jugar con el frío, con hielo? el acero no te va? es frío…, no te muevas…’ Se acercó y me besó. Me besó con deseo, con lujuria. Cuando acabó, se separó de mi, manteniendo la navaja en mi cuello. ‘Bájate los pantalones, con cuidadito, sin hacer movimientos extraños, baja también el boxer…’. Obedecí. Ella sonrió pícara. ‘Acojonado eh? mira que no tolerar una broma mia, que me conoces bien, sabes que soy mala y juguetona…’. Me besó, esta vez más dulcemente. Bajo con sus manos hasta su objeto de deseo, y siguió bajando con sus labios hasta llegar a él y tomarlo con su boca…
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